Cuando recibió mi padre la noticia de su elección como académico, nos aseguró a sus allegados que esta distinción colmaba sus ilusiones como valenciano y como artista, considerándola la mayor satisfacción profesional de su vida. Inicio de inmediato la redacción de su discurso de recepción, de cuyo texto he extraído las consideraciones que expongo, en nombre de mi familia. Para no cansar a tan ilustre concurrencia con la enumeración de sus méritos y trabajos, se ofrece anexa una relación de los mismos que sirva, a la vez, de condensado « currículo vitae ».

Comenzaba su escrito con el admirado recuerdo para los eximios artistas que han prestigiado a esta docta institución a lo largo de su dilatada historia, y con el reconocimiento de los sobresalientes méritos de los miembros actuales de la misma….

 Que la entrega al arte pueda ser el objetivo fundamental de una vida, exige una previa reflexión y una general visión histórica, que considere las distintivas versiones elaboradas sobre el hecho artístico en cada etapa de la humanidad, y cual sea, en particular, nuestra actitud ante él.

 Los elementos constitutivos de toda obra de arte corresponden, de acuerdo con Kandinsky, tanto a la personalidad del artista como al estilo propio de su época, a lo que añade el elemento de lo puro y eternamente artístico, propio del Arte, mas allá de toda limitación espacial o temporal. Como rasgo característico del Arte se ha señalado el hecho de que es producto de un acto creativo, por lo que responde en cada momento, directa o indirectamente, y con carácter general, intrínseco al ser humano, a las concepciones ideológicas de la sociedad en que vive. Al vincular la obra de arte la existencia del artista, se quiere señalar que aquella responde siempre a una actividad humana. En la antigüedad clásica se identificaba el arte con la « techno » (técnica), y se consideraba artístico cualquier oficio que requiriera cierta habilidad y supusiera una manipulación de los elementos naturales. Las entonces llamadas « siete artes », integradas en el « trívium » y el « cuadrivio », resulto ser una clasificación insatisfactoria tanto por ser incompleto su contenido como por no precisar en qué consista la apreciación estética. En el mismo defecto incurre la tradicional distinción entre bellas artes y artes útiles. Olvidado, muchas veces, el fin utilitario inicial de la obra humana, ha persistido, sin embargo, su valor artístico.

Estas generalidades permiten entender la dificultad, o la imposibilidad, de encontrar una definición general del Arte. La referencia la admiración estética que suscita, exige la definición de ese término. La respuesta a esta pregunta ha evolucionado a lo largo de los tiempos. En el siglo XVIII, Alexander Baumgarten, la considero una rama de la filosofía, cuyo objeto no es la obra estética en sí misma, sino la belleza y lo bello según de manifiestan en el arte. La influencia de Platón se evidencia en su referencia al Arte como espejo en el que refleja una realidad exterior, ya sea de naturaleza material o espiritual, mientras que Aristóteles había definido la literatura y, por extensión cualquier arte, como « mimesis », es decir, como representación… El criterio de que el Arte era una representación racional de la realidad persistió hasta el Renacimiento…

En el siglo 1 dic., el tratado anónimo « De lo sublime » resaltaba como una de las causas del arte elevado « la vehemencia y el entusiasmo en lo patético y emocional », expresando, sin embrago, que « el arte es perfecto en el momento en que parece ser la naturaleza ».

 Nos interesa más, no obstante, el papel que la sociedad ha conferido a la producción artística a lo largo de la historia. En la Roma clásica, predomino una noción histórica del arte, del que consideraban que había seguido un progreso continuo, culminado ya en la Grecia clásica, por lo que los artistas romanos se dedicaron esencialmente a la imitación de los modelos helénicos clásicos.

 Durante la Edad Media, el arte se consideró desde una perspectiva espiritual, dedicado a la representación de temas religiosos. Tal como había ocurrido con el desarrollo del arte en otras culturas precristianas, son los templos los clientes de los artistas durante siglos, en virtud del monopolio de la cultura que ejercían las órdenes religiosas y el clero regular. Este mecenazgo pasó a ser compartido por los reyes y grandes señores. La aparición, mucho más tarde, de clases sociales (la burguesía, primero, y el capitalismo después), de creciente poder adquisitivo, amplia la temática artística y la difusión del arte, y en nuevo contexto, en consecuencia, también aumenta la libertad social y económica del artista y la personalidad de éste.

 El Romanticismo, que había reconsiderado las tesis del clasicismo grecorromano, volvió a centrar el objeto del arte en la representación de la naturaleza. Los artistas confirieron autonomía a su trabajo, reivindicándolo como vía de progreso y penetración de la realidad, con medios y formas diferenciadas. Para Leonardo da Vinci, « la pintura es ciencia e hija legitima de la naturaleza », mientras Bacon considera que « el arte es la naturaleza más el hombre ». Así, el artista no se limita a elegir rasgos delimitados de la naturaleza, sino que, como el filósofo, penetra en su conocimiento, aunque con otros métodos. El artista debe pasar de la visión superficial a la profunda para llegar a las razones de la experiencia, a la necesidad que vincula los efectos con las causas, y compenetrarse el mismo, de ese modo, con las causas. Nace, así, una nueva dimensión de la noción de artista.

 Más tarde, a finales de siglo XVIII y comienzos del XIX, ya en el romanticismo, las concepciones acerca del are experimentaron una transformación radical, atribuyendo un papel decisivo al « genio » individual, con lo que se pasó a considerar el arte como expresión personal del artista y no ya como representación... A la vez se revalorizo el arte popular, creación colectiva, o « espíritu de los pueblos » (como se le llamo), entendiéndolo ajeno a unas reglas academicistas de apreciación y se insistió en su valor social, como medio coadyuvante en el camino hasta la justicia.

Estas nuevas ideas sobre el arte señalan una ruptura con los anteriores cañones academicistas. Cada nuevo movimiento artístico aportaría, en lo sucesivo, sus propios conceptos y tendencias.

 La época de los grandes coleccionistas – el siglo XIX – acaba con la dispersión de las obras maestras, reunidas en Vágatele por Lord Hertford, Sir Richard Wallace y Sir John Murray Scott En el naciente mercado del are aparece la aristocracia y las grandes fortunas procedentes de la Revolución Industrial. Se abren galerías de arte y Museos. Nace la figura del « marchand » (marchante), que extiende sus negocios a Norteamérica. Los estudios historiográficos y la sociología del arte, que se habían iniciado ya en el Renacimiento, no aspiraron a definir la belleza ni a dictar normas a las actividades artísticas, son a « interpretar » estas e integrarlas dentro de una teoría artística general...

Hippolyte Taina pretendió establecer las interrelaciones entre la obra total del artista, las tendencias artísticas de su época y el conjunto de la ideología social imperante... Por otra parte, Buscar fue el primero, con la publicación de « la cultura del Renacimiento en Italia », en intentar la comprensión de la manifestaciones artísticas en ese periodo. En la segunda mitad del siglo XIX, fueron numerosos los intentos de estudiar la problemática del arte desde muy distintas perspectivas... Así, el enfoque sociológico, iniciado por el citado Burche, y, en un contexto más radical, por los pensadores marxistas. Inspirado en la teorías organicista, afirmando que el placer estético corresponde al « máximo de estimulación con el mínimo de fatiga »... Max Dvorak, por otro lado, fundo su teoría estética, considerando el arte como la expresión más elevada de los valores culturales de cada época.

Wölfflin, en su libro « conceptos fundamentales de la historia del arte », intento la reconstrucción de este mediante la contraposición de categorías formales, sin tener en cuenta la personalidad de los artistas, con lo que en realidad pretendía elaborar una « historia anónima del arte ». lo que tuvo una gran influencia posteriormente.

La escuela psicoanalítica iniciada por Sigmund Freud, abordo la creación artística, desde una panorámica opuesta a la de Wölfflin, insistiendo en la importancia de los procesos psicológicos inconscientes y llegando a considerar al « genio » como una forma de patología.

En el siglo XX se ponen en tela de juicio todos los presupuestos artísticos. Con el desarrollo de la abstracción se asiste a la ruptura de la idea clásica de la representación. En el ámbito de la literatura, lo surrealistas y autores como Joyce, Beckett, Faulkner, han introducido la ruptura de los procesos mentales o lingüísticos. La arquitectura, la música o la entonces incipiente cinematografía, han replanteado sus formas de expresión. Es notable que la « ruptura » de la idea clásica de la representación aparezca con toda su fuerza en nuestros poetas de la generación del 27. La recuperación gongorina supuso una liberación. Gerardo Diego definió perfectamente la diferencia entra las épocas pasadas y la que entonces se inicia: « hacemos décimas, hacemos sonetos, hacemos liras porque nos da la gana. La gana es sagrada. Y es lógico, por la misma razón, que los pintores se obstinen en dibujar bien y los músicos en aprender Contrapunto y fuga. Pero hay una notable diferencia con nuestros razonables abuelos del siglo XVIII. Para ellos, la estrofa, la somata o la cuadricula eran una obligación. Para nosotros, no. Hemos aprendido a ser libres. Esto es un equilibrio y nada más

 La noción de arte como « producción » fue cuestionada por el dadaísmo y, ya hacia 1960 por el arte conceptual, que convirtió en manifestación artística el análisis intelectual del arte. Lo que más diferencia seguramente a los movimientos artísticos de esta etapa de los que los precedieron es su aspecto conceptual, creando el artista su propia obra a partir de una previa y libre adscripción intelectual. Han seguido apareciendo escuelas historiográficas y estéticas en las que el arte es estudiado de forma cada vez más ligada a otras disciplinas; así, el estructuralismo, que a partir de la lingüística radicalizo la tesis formalista de Wölfflin. Con la desaparición de la antes obligada « preceptiva », los artistas han alcanzado una libertad antes inexistente. Y es, además, imposible separar el concepto de arte de otras disciplinas. Con este criterio, Humberto Eco propuso como tema de investigación « la reacción del arte y de los artistas ante la provocación del Azar, de lo probable, de lo Ambiguo, de lo plurivalente, la reacción, en consecuencia, de la sensibilidad contemporánea, las sugerencias de la materia y de las ciencias de la naturaleza, así como de las distintas disciplinas filosóficas.

 

 Como dije al principio, lo aquí leído es un extracto de la notas preparadas por mi padre, Federico Montañana Alba, para redactar el discurso que había de leerse en este acto, que, por desgracia, tiene lugar a título póstumo. Me honoro representando aquí a toda mi familia, en cuyo nombre reitero a esta Real Academia nuestro profundo agradecimiento por la distinción que, lamentablemente supuso la última alegría recibida por él. Muchas gracias a todos.